domingo, 12 de enero de 2014




En los primeros días del zen japonés, un alumno del maestro Rinzai se cruzó con tres monjes de otra escuela budista en puente sobre un río de montaña.

-¿Cuán profundo es el río del zen? –le preguntó uno de ellos al conocer sus creencias.

El aludido, recordando las enseñanzas de su maestro, que abogaba por las acciones directas, le faltó tiempo para empujarle por el borde al tiempo que le decía:

-¡Compruébalo tú mismo!



Esta historia nos recuerda que el zen resta valor a las palabras, por tener claro el peligro de que estas nos alejen de la realidad y nos hagan perdernos en las ideas abstractas.


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