HABLANDO CON TU HIJO
Si “sientes” a tu hijo, puedes dialogar con él. Con palabras o sin ellas, aún con gestos, con emociones, con sentimientos compartidos. No te cierres a esa oportunidad. Inténtalo.
Ponte en tu imaginación en frente a él, en la forma en que lo “sientes”, o a su costado, o camina con él, y conversa con él. Pregúntale, reflexiona, acércale tus dudas. Quizá sientas, al comienzo, que las respuestas no son más que tus propias respuestas, o tus propias reflexiones. Sin embargo, no pasará mucho tiempo antes de que, en determinadas ocasiones, sientas que esas palabras, que crees provienen de tu hijo no son pura imaginación. A veces la propia respuesta te sobrecogerá, porque revelará una sabiduría y una perspicacia que, quizá no posees. Ello probablemente te dará una enorme paz, fuerzas y equilibrio interior.
Podría objetarse que esta forma diálogo es pura fantasía. Sin embargo, al punto que leas algo sobre la vida de Santa Teresa de Jesús, San Antonio de Padua, o los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, advertirás que ellos han encontrado sus mejores respuestas de Dios, en una práctica como ésta.
Dice Anthony de Mello (Contacto con Dios; página 208 – al hablar del diálogo imaginativo con Dios) que es verdad que resulta difícil reconocer con el intelecto donde termina nuestra imaginación y donde comienza la realidad. Pero agrega que, si intentamos esto( la fe es imaginativa), con sencillez de corazón, desarrollaremos un instinto que nos permitirá distinguir lo que es pura imaginación y lo que es la realidad, o mejor, la Realidad (con mayúscula) que se comunica con nosotros a través de las mencionadas imágenes o fantasías.
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