sábado, 21 de septiembre de 2013

Una historia coherente



El semáforo se puso amarillo justo cuando él iba a cruzar en su automóvil y, como era de esperar, hizo lo correcto:
Se detuvo en la línea de paso para los peatones, a pesar de que podría haber rebasado la luz roja, acelerando a través de la intersección.

La mujer que estaba en el automóvil detrás de él estaba furiosa.
Le tocó la bocina por un largo rato e hizo comentarios negativos en alta voz, ya que por culpa suya no pudo avanzar a través de la intersección... y para colmo, se le cayó el celular y se le regó el maquillaje.
En medio de su pataleta, oyó que alguien le tocaba el cristal del lado. Allí, parado junto a ella, estaba un policía mirándola muy seriamente. El oficial le ordenó salir de su coche con las manos arriba, y la llevó a la comisaría donde la revisaron de arriba abajo, le tomaron fotos, las huellas dactilares y la pusieron en una celda.

Después de un par de horas, un policía se acercó a la celda y abrió la puerta. La señora fue escoltada hasta el mostrador, donde el agente que la detuvo estaba esperando con sus efectos personales:

- "Señora, lamento mucho este error", le explicó el policía. "Le mandé a bajar mientras usted se encontraba tocando la bocina fuertemente, queriendo pasarle por encima al automóvil del frente, maldiciendo, gritando improperios y diciendo palabras soeces. Mientras la observaba, me percaté que:
De su retrovisor cuelga un rosario,
Su carro tiene en la defensa una calcomanía que dice: "Jesús te ama",
Su tablilla tiene un borde que dice "Amor y paz",
Otra calcomanía que dice: "Practica la meditación"
Y, finalmente, el emblema cristiano del pez.
Como es de esperarse, despues de sus reacciones; supuse que el auto era robado."

Esta simpática historia muestra la importancia de ser coherentes entre lo que pensamos, lo que, creemos, lo que decimos y lo que hacemos.

 — con Omar Gallardo SuárezMario' Ochoa y Marissa Gal Poz Monroy.
Patricia Lagunes 

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