domingo, 14 de septiembre de 2014



V de Bimba.

Podemos conmovernos con los actos ajenos, sí. Conmover significa que ese otro que no eres tú te pega una patada en el alma y la deja en un lugar diferente al que estaba. Ése es el movimiento al que deberíamos aspirar todos. Y si el lugar en el que te deja es muy lejano, entonces hablamos de conmoción que es exactamente lo contrario a la compasión.

Bimba, a secas, me has conmocionado.

Bimba no es la primera mujer enferma de cáncer a la que le quitan un pecho. Tampoco es la primera mujer que posa en una revista sin un pecho y mostrando su cicatriz. Desconozco si ha habido alguna otra modelo que hubiera vivido de su físico que haya hecho algo parecido. No me importa. Bimba es una más, sí, pero ella, lejos de esperar a una posible reconstrucción mamaria, ha decidido hacer gráfica la enfermedad. Y hablar de enfermedad conlleva siempre poner de manifiesto que no somos infinitos, que morimos, que nos estamos yendo aunque no sea ahora. 

Pero que seguimos aquí.

Brava Bimba por recordarnos esto. Y por adjetivar sin pudor a la muerte.

Ninguno de nosotros está preparado para ir perdiendo partes de su cuerpo. Damos por sentado que siempre estarán ahí porque son nuestras. Igual que damos por sentado los amaneceres, claro. Pero un día, de pronto, ya no están y su hueco (porque hay un hueco) lo ocupa el vacío. Y lo peor no es que tú ya no puedas acariciar esa parte de tu cuerpo y que a veces hasta te la rasques de la misma manera que la persona que se corta el pelo enrosca en el aire el dedo en busca de tirabuzones. No. Lo peor es que los ojos de los otros también buscan esa parte del cuerpo, la esperan, la necesitan.

Sobre todo si es un pecho y si eres mujer. La mastectomía se convierte en una especie de ablación de la propia feminidad. En un mundo dominado por el deseo, por hombres educados en la pornografía y por mujeres machistas que exprimen sus escotes, no hay cabida para la enfermedad. No hay cabida para las cicatrices ni para las mutilaciones. 

A mí no me provocan deseo sexual las mujeres. No puedo decir qué significa lamer el pecho de una mujer. Pero no creo que sea importante. De verdad que no. Y me da rabia que alguna mujer pueda pensar que sí y oculte las marcas de la enfermedad y se sienta menos válida o menos deseada. Tal vez haya gente que no está preparada para lamer heridas. Tal vez esa gente no sepa amar. Tal vez la primera señal del amor sea aceptar el vacío. 

De la misma manera que las madres lamen las heridas a sus cachorros para curarlos, nosotros debemos conocer y mirar y amar las cicatrices de aquellos que perdieron algo por el camino.

Tal vez un día no amanezca para nadie más. 

De momento aquí siguen los valientes. 

Hablando al mundo.

Haciendo visible nuestro invisible.

Fotografía: Gorka Postigo para VEIN Magazine.


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