jueves, 28 de agosto de 2014



EL NACIMIENTO DE UN HERMANO, ¿CÓMO DEBEMOS

 ACTUAR?


Hay que abordar la aparición de los celos como un hecho saludable, dado que el niño celoso es un niño normal. Aun en las mejores condiciones, el 90% de los niños muestran algún grado de celo ante el nacimiento de un hermano.

Además, los celos nos dan oportunidad de trabajar aspectos educativos muy importantes en la infancia.
Antes y durante el embarazo: Hay que hablarle del “bebé que está en la panza de mamá” y dejar que lo sienta. Se debe anticipar con mucho tiempo el cambio de habitación para evitar que el niño asocie dicho cambio con la llegada del nuevo y se sienta por ello desplazado. El niño imagina a veces que el recién llegado va a echarlo de casa. Hay que tranquilizarlo, explicándole que van a ir unos días a la maternidad para tener al niño y que después regresarán con el bebé y que toda la familia permanecerá unida; que nadie quedará abandonado.
No se hizo un bebé para él: No se tiene un segundo hijo para complacer al primero. Si se deja que piense que se ha hecho ese bebé para él, se le impone la responsabilidad terrible de estar contento, aparte de tener que cuidar del recién nacido.

Hay que intentar mantener las pequeñas rutinas y hábitos del niño (horario de dormir, aseo, comida).
Postparto inmediato: Cuando el niño vea al bebé por primera vez, es aconsejable que el recién nacido no esté en brazos de la madre. Hay que dejarle que lo acaricie y que ambos estén junto a la madre. Algunos autores recomiendan que reciba un regalo por parte del nuevo hermano.

Convivencia cotidiana: A partir de ahora es más importante la calidad que la cantidad de tiempo que se pasa con el hijo mayor. Hay que buscar momentos en los que no haya interrupciones para que la relación sea productiva. Ambos padres deben involucrarse en la relación de los hermanos.

Es importante enseñarles a convivir, compartir, esperar su turno. Pueden utilizar actividades lúdicas que supongan interacción en el sentido de cooperación, respeto y tolerancia. Aunque es difícil, hay que hacer caso omiso de los comportamientos inadecuados provocados por los celos.
Los padres deben saber que cuando el niño advierta su indiferencia, incrementará la intensidad y frecuencia de sus quejas. Es el momento de ser paciente y esperar que poco a poco vaya cediendo en su actitud.
• Decodificarlo: Es importante explicarle al niño la ambivalencia que siente ya que él es incapaz de nombrar o conceptualizar lo que le pasa. Reconocer que lo que siente es normal pero que es importante superarlo. En la vida no vamos a ser únicos y cuanto antes lo asumamos, mejor.

• No se lo debe ridiculizar delante de otras personas, en especial niños. Pocas cosas son peores para la autoestima que verse avergonzado ante los iguales.
• Hay que evitar la comparación innecesaria entre hermanos. En la comparación siempre sale perdiendo alguien y el niño celoso se siente continuamente despreciado respecto a su hermano, que además de ser más pequeño, lo hace mejor.
• El incremento de órdenes y exigencias actúa como factor de mantenimiento de los celos. Resulta chocante para el niño que, de pronto, se le exija que haga cosas que antes no eran de su competencia.
• Es importante dejar que los niños solucionen sus problemas entre ellos, con la menor intervención de los padres. Actualmente, cada vez son más los psicólogos infantiles que recomiendan a los padres no intervenir en las peleas de sus hijos ya que entonces siempre habrá un vencedor y un vencido. Los problemas de los niños deben ser resueltos por ellos y entre ellos y, salvo que haya riesgo físico, los padres no tomarán decisiones “justas”. Como nunca se sabe quién ha empezado ni por qué razón, si regañamos a uno más que a otro se puede llegar a reforzar el sentimiento de injusticia y, por tanto, los celos.

- El primogénito: Con el nacimiento del segundo hijo, todo hijo mayor pasa por la prueba de los celos. Muchas veces hace lo imposible para luchar contra el temor a perder el amor de sus padres y para conservar el primer puesto en sus corazones. Algunos son capaces de montarse sus propias películas, esperando así disimular lo que les hace sufrir. Y es nuestro deber de padres procurar que el mayor no interprete un papel que no le corresponde.
- El segundo (el “pequeño” del hermano mayor y hermano mayor de los “pequeños”): El segundo piensa que el lugar que ocupan los demás es mejor y ello le impide hacer su propia vida. Está atrapado en mitad, por un lado no se le exige o admira como al mayor, y no se le atiende o mima como al pequeño. En general, los medianos envidian al mayor por sus privilegios y sienten celos del pequeño por la atención que se le dispensa. Emplear la edad de cada uno, en lugar de los adjetivos “mayor” y “pequeño”, ayuda a los niños a ser ellos mismos, según las alegrías, posibilidades, imposibilidades y realidades de cada etapa.

- El pequeño: Los benjamines no sólo sufren los celos de los demás. A menudo, ellos también sienten celos de sus mayores porque quieren hacer las mismas cosas que ellos y no pueden. Para obtener lo que desean, a veces son presa de grandes rabietas ante las cuales uno se queda desarmado: tranquilidad, tales rabietas de frustración no tienen ninguna importancia. El “yo quiero” de un niño no es una orden: él “querría” tener o hacer esto o aquello y es muy normal. Todos tenemos el derecho de soñar. Entonces, en lugar de ceder, más vale ayudarlo a tener paciencia. Resulta formativo esperar su turno: eso le ayudará a que tenga ganas de crecer.


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